martes, 23 de octubre de 2012

MEDITACIÓN ZAZEN


         
          ZAZEN

No pueden forzar al Cielo a que les abra las puertas porque, cuando están forzando algo, están cerrados. Ése es el problema: siempre que fuerzan algo, están cerrados; por lo tanto, lo divino no puede series revelado.


Cuando no fuerzas, sino que flotas como una nube blanca, sólo vagando, sin hacer esfuerzo alguno por llegar a ninguna parte, cuando no hay objetivos ni esfuerzos, cuando no aspiras a llegar a ningún lado y no te presionas para eso, cuando estás feliz como estás, cuando estás satisfecho con cómo es el mundo, cuando aceptas las cosas como son y no tratas de cambiar nada, de repente eres transportado a una dimensión diferente de la existencia. Te das cuenta de que las puertas siempre han estado abiertas. Nunca estuvieron cerradas; no podrían estarlo. El misterio divino siempre ha estado cerca de ti.
Nunca estuvo lejos; no podría estarlo, pues tú eres parte de lo divino. Adondequiera que vayas, el misterio se desplaza contigo.
No es cuestión de buscar y perseguir. Se trata de quedarse en silencio y dejar que suceda. Cuando buscas, te pierdes, porque quien busca siempre es violento. Cuando lo buscas, no viene a ti, pues la mente que busca está demasiado preocupada y no está disponible.

Nunca está en el aquí y ahora; siempre está en algún punto del futuro: cuándo se llevará a cabo el descubrimiento, cuándo finalizará la búsqueda, cuándo se completará la investigación. Siempre está en otro lado, al final, no aquí. Lo divino está aquí, y nunca lo encuentras. Quien busca nunca encuentra.
Eso no quiere decir que no debas buscar. Deberás hacerlo en un comienzo; no hay otra vía.


Al comienzo, debes buscar; debes buscar y hacer todos los esfuerzos que puedas. Sólo haciendo todos los esfuerzos y transformándote en un fanático buscador llegarás a darte cuenta de que sólo se producirá cuando tengas una mentalidad de no búsqueda.


A veces, mientras descanses, vendrá a ti. A veces, mientras duermas, se te presentará. A veces, mientras camines por la calle, allí estará. A veces, mientras contemples el amanecer (sin hacer nada más que estar en una pasiva observación), mientras mires el sol que se asoma o la luna que brilla en el lago en una noche fría, o una flor que abre sus pétalos, y tú no eres más que una conciencia pasiva... No es necesario nada de tu parte.
Cuando una flor se abre, no necesita que la ayudes.


Hay gente tonta que tratará de ayudar. Destruirán toda la belleza de la flor, y además la flor nunca se abrirá realmente. Aun si la fuerzas para que se abra, será una flor cerrada. No se produjo su florecimiento; fue algo forzado. Nunca florece algo a la fuerza. No es necesario que ayudes a que salga el sol. Hay gente que cree que se necesita su colaboración. Es gente que hace mucho daño, mucho daño, por suponer que su ayuda es necesaria en todas partes.
En la vida real, donde la realidad se produce, no se requiere la ayuda de nadie. Pero es muy difícil resistir la tentación porque, cuando ayudas, sientes que estás haciendo algo. Al hacer algo, creas el yo. Cuando no haces nada, el yo no puede existir. En los momentos de inacción, el yo desaparece. Contemplar un amanecer, ver cómo se abre una flor, mirar a la luna brillando sobre un lago helado, sin hacer nada... Y de repente te sucederá. Percibirás que toda la existencia está inundada por lo divino, que tu mismo aliento es divino.

Con esfuerzo, accede a la ausencia de esfuerzo.
Con búsqueda, accede a un estado de no búsqueda.
Con la mente, accede a un estado de abolición de la mente.


Hay dos clases de personas. Las de la primera clase, si digo que hagan un esfuerzo, lo hacen, pero no dejarán espacio a la ausencia de esfuerzo. Las de la otra clase, si digo que sólo se producirá a través de la ausencia de esfuerzo, abandonarán todo esfuerzo. Ambas clases de personas están erradas; ambas han perdido el camino.


Éste es el ritmo de la vida: realiza esfuerzos para poder estar también sin hacerlos. 
Exigete al extremo para poder tener momentos de conciencia sin exigencias. Corre lo más rápido que puedas para que, cuando te sientes, realmente te sientes.
Agotate en el esfuerzo para que, cuando descanses, sea un verdadero descanso.


Tal vez descanses con inquietud en tu interior. Tal vez te recuestes sobre el suelo, pero la inquietud en tu interior continúe. Entonces, estás recostado, pero no es un verdadero descanso. Tal vez te sientes como un Buda y por dentro, el niño siga corriendo, tu mente está trabajando y funcionando. Por dentro, te estás volviendo loco; por fuera, estás sentado en la postura del Buda. Tal vez estés totalmente quieto por fuera, sin movimientos ni actividad, pero por dentro continúa la agitación. Esto no sirve. Agota esta agitación con esfuerzo. Corre lo más rápido que puedas.¡Agótate! Por eso, mi énfasis en la Meditación Dinámica. Es al mismo tiempo con y sin esfuerzo. Es al mismo tiempo actividad e inactividad. Es al mismo tiempo correr y zazen: sólo estar sentado.

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