ZAZEN
No pueden forzar al Cielo a que
les abra las puertas porque, cuando están forzando algo, están cerrados. Ése es
el problema: siempre que fuerzan algo, están cerrados; por lo tanto, lo divino
no puede series revelado.
Cuando no fuerzas, sino que
flotas como una nube blanca, sólo vagando, sin hacer esfuerzo alguno por llegar
a ninguna parte, cuando no hay objetivos ni esfuerzos, cuando no aspiras a llegar
a ningún lado y no te presionas para eso, cuando estás feliz como estás, cuando
estás satisfecho con cómo es el mundo, cuando aceptas las cosas como son y no
tratas de cambiar nada, de repente eres transportado a una dimensión diferente
de la existencia. Te das cuenta de que las puertas siempre han estado abiertas.
Nunca estuvieron cerradas; no podrían estarlo. El misterio divino siempre ha
estado cerca de ti.
Nunca estuvo lejos; no podría
estarlo, pues tú eres parte de lo divino. Adondequiera que vayas, el misterio
se desplaza contigo.
No es cuestión de buscar y perseguir. Se trata de quedarse en silencio y dejar
que suceda. Cuando buscas, te pierdes, porque quien busca siempre es violento.
Cuando lo buscas, no viene a ti, pues la mente que busca está demasiado
preocupada y no está disponible.
Nunca está en el aquí y ahora;
siempre está en algún punto del futuro: cuándo se llevará a cabo el
descubrimiento, cuándo finalizará la búsqueda, cuándo se completará la
investigación. Siempre está en otro lado, al final, no aquí. Lo divino está
aquí, y nunca lo encuentras. Quien busca nunca encuentra.
Eso no quiere decir que no debas buscar. Deberás hacerlo en un comienzo; no hay
otra vía.
Al comienzo, debes buscar; debes
buscar y hacer todos los esfuerzos que puedas. Sólo haciendo todos los
esfuerzos y transformándote en un fanático buscador llegarás a darte cuenta de
que sólo se producirá cuando tengas una mentalidad de no búsqueda.
A veces, mientras descanses,
vendrá a ti. A veces, mientras duermas, se te presentará. A veces, mientras camines
por la calle, allí estará. A veces, mientras contemples el amanecer (sin hacer
nada más que estar en una pasiva observación), mientras mires el sol que se
asoma o la luna que brilla en el lago en una noche fría, o una flor que abre
sus pétalos, y tú no eres más que una conciencia pasiva... No es necesario nada
de tu parte.
Cuando una flor se abre, no necesita que la ayudes.
Hay gente tonta que tratará de
ayudar. Destruirán toda la belleza de la flor, y además la flor nunca se abrirá
realmente. Aun si la fuerzas para que se abra, será una flor cerrada. No se
produjo su florecimiento; fue algo forzado. Nunca florece algo a la fuerza. No
es necesario que ayudes a que salga el sol. Hay gente que cree que se necesita
su colaboración. Es gente que hace mucho daño, mucho daño, por suponer que su
ayuda es necesaria en todas partes.
En la vida real, donde la realidad se produce, no se requiere la ayuda de
nadie. Pero es muy difícil resistir la tentación porque, cuando ayudas, sientes
que estás haciendo algo. Al hacer algo, creas el yo. Cuando no haces nada, el
yo no puede existir. En los momentos de inacción, el yo desaparece. Contemplar
un amanecer, ver cómo se abre una flor, mirar a la luna brillando sobre un lago
helado, sin hacer nada... Y de repente te sucederá. Percibirás que toda la
existencia está inundada por lo divino, que tu mismo aliento es divino.
Con esfuerzo, accede a la
ausencia de esfuerzo.
Con búsqueda, accede a un estado de no búsqueda.
Con la mente, accede a un estado de abolición de la mente.
Hay dos clases de personas. Las
de la primera clase, si digo que hagan un esfuerzo, lo hacen, pero no dejarán espacio
a la ausencia de esfuerzo. Las de la otra clase, si digo que sólo se producirá
a través de la ausencia de esfuerzo, abandonarán todo esfuerzo. Ambas clases de
personas están erradas; ambas han perdido el camino.
Éste es el ritmo de la vida:
realiza esfuerzos para poder estar también sin hacerlos.
Exigete al extremo
para poder tener momentos de conciencia sin exigencias. Corre lo más rápido que
puedas para que, cuando te sientes, realmente te sientes.
Agotate en el
esfuerzo para que, cuando descanses, sea un verdadero descanso.
Tal vez descanses con inquietud
en tu interior. Tal vez te recuestes sobre el suelo, pero la inquietud en tu interior
continúe. Entonces, estás recostado, pero no es un verdadero descanso. Tal vez
te sientes como un Buda y por dentro, el niño siga corriendo, tu mente está
trabajando y funcionando. Por dentro, te estás volviendo loco; por fuera, estás
sentado en la postura del Buda. Tal vez estés totalmente quieto por fuera, sin
movimientos ni actividad, pero por dentro continúa la agitación. Esto no sirve.
Agota esta agitación con esfuerzo. Corre lo más rápido que puedas.¡Agótate!
Por eso, mi énfasis en la Meditación Dinámica. Es al mismo tiempo con y sin
esfuerzo. Es al mismo tiempo actividad e inactividad. Es al mismo tiempo correr
y zazen: sólo estar sentado.
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